Cuando cae la hipótesis geocéntrica
no era más necesaria la esfera exterior que transportaba las
estrellas fijas. Su movimiento se explicaba con la rotación de la
tierra. Se empieza a sospechar que estan a distancias variables de
nosotros. Entonces Giordano Bruno habla de un Universo con infinitos
soles y tierras habitadas. Así le fue.
Surge la paradoja de la oscuridad de la
noche. Si en un bosque tupido no podemos ver el “afuera” ya que
mirando en cualquier dirección nuestros ojos se toparían con un
tronco, mirando el cielo en todas direcciones habría una luz de una
estrella llegándonos al ojo.
Es otro desagradable encuentro con el
infinito. Las explicaciones variaban: debilidad de la luz para llegar
a grandes distancias, estrellas remotas muy pequeñas o resistencia
del espacio al paso de la luz. Que el universo sea finito en vez de
infinito no resuelve el problema de la noche oscura, debería ser
clara.
Un año antes de morir en su ensayo
Eureka Edgar Allan Poe acierta con la solución. La luz de las
estrellas “no nos ha llegado aún”. Porque las estrellas tienen
una vida limitada en el tiempo y la luz tiene una velocidad finita,
enorme pero no infinitamente grande.
Poe relaciona esos tres hechos por
primera vez, es el primero que se da cuenta. La noche oscura, la vida
limitada de las estrellas y la velocidad no infinita de la luz.
Estaba ahí nomás la idea que el
Universo mismo tiene una edad limitada (de unos 14 mil millones de
años se sabe hoy en día), ahí nomás el big bang.
Poe (o el inspector Dupin) explicaba la
paradoja de la noche oscura, oscuridad compañera que tanto le
ayudaba en sus historias de terror, de suspenso, de miedo. Poe en los
límites de la poesía, la narrativa y la cosmología.
GUSTAVO OLAIZ
gsolaiz@gmail.com
POESÍA POLICIAL
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