domingo, 29 de diciembre de 2013

Fontanarrosa y las rayas de las cebras


En el cuento “El cazador blanco” del libro “Nada del otro mundo” de 1987 el humorista de color conocido como el negro Fontanarrosa especulaba que la cebra es un animal muy peligroso. El dibujo blanquinegro de su pelaje produce alteraciones dañosas a la vista y a la mente de quien las observa. Generaciones de bantúes cayeron en el azote del estrabismo y la perturbación mental –decía el cazador–. Los cráneos deformados tan comunes en África son producto de la visión permanente y alucinada del rayado de las cebras.


Cráneo deformado por la visión de las rayas de las cebras.

La realidad según los científicos tiene algo del humor de Fontanarrosa. Los animales que cazan en grupo individualizan a una presa y la siguen hasta cansarla. La estrategia de la manada que huye puede ser un pelaje idéntico para todos (como los antílopes) o tan estrambótico e inmemorizable como las rayas de las cebras (la manada depredadora no puede diferenciarlas entre sí). Es la “selección natural” que sirve de filtro para la evolución de las especies. Lo descubrieron los investigadores cuando, por estudios, dejaban marcas en los animales y los depredadores tardaban pocos días en ultimarlos. La marca era un mojón de referencia del individuo para la caza en grupo.
Al menos no para enloquecer pero sí para confundir están allí las rayas de las cebras.

GUSTAVO OLAIZ
gsolaiz@gmail.com

martes, 10 de diciembre de 2013

Edgar Allan Poe y la noche


Cuando cae la hipótesis geocéntrica no era más necesaria la esfera exterior que transportaba las estrellas fijas. Su movimiento se explicaba con la rotación de la tierra. Se empieza a sospechar que estan a distancias variables de nosotros. Entonces Giordano Bruno habla de un Universo con infinitos soles y tierras habitadas. Así le fue.
Surge la paradoja de la oscuridad de la noche. Si en un bosque tupido no podemos ver el “afuera” ya que mirando en cualquier dirección nuestros ojos se toparían con un tronco, mirando el cielo en todas direcciones habría una luz de una estrella llegándonos al ojo.
Es otro desagradable encuentro con el infinito. Las explicaciones variaban: debilidad de la luz para llegar a grandes distancias, estrellas remotas muy pequeñas o resistencia del espacio al paso de la luz. Que el universo sea finito en vez de infinito no resuelve el problema de la noche oscura, debería ser clara.
Un año antes de morir en su ensayo Eureka Edgar Allan Poe acierta con la solución. La luz de las estrellas “no nos ha llegado aún”. Porque las estrellas tienen una vida limitada en el tiempo y la luz tiene una velocidad finita, enorme pero no infinitamente grande.
Poe relaciona esos tres hechos por primera vez, es el primero que se da cuenta. La noche oscura, la vida limitada de las estrellas y la velocidad no infinita de la luz.
Estaba ahí nomás la idea que el Universo mismo tiene una edad limitada (de unos 14 mil millones de años se sabe hoy en día), ahí nomás el big bang.
Poe (o el inspector Dupin) explicaba la paradoja de la noche oscura, oscuridad compañera que tanto le ayudaba en sus historias de terror, de suspenso, de miedo. Poe en los límites de la poesía, la narrativa y la cosmología.

GUSTAVO OLAIZ
gsolaiz@gmail.com